martes, 22 de febrero de 2011

100 Discos que no pueden faltar en tu colección # 22, 23 y 24

Después de un rato de no publicar, por que me daba mucha hueva, les traigo tres discazos noventeros solo para ustedes y por la nostalgia (ja), bueno aquí les van.

¿Jazz? ¿Rock? ¿Alternativo? Lo que sea, pero de culto absoluto, definitivamente, Morphine, una banda que simplemente es inconfundible, ¿cuantas veces han escuchado un grupo que suena casi idéntica a otro?, claro incluso después del bodrio llamado The Beatles, ¿cuantas bandas no han surgido tratando de emular lo que esos cuatro ñoños de mierda hicieron?, bueno pues, yo en mi vida no he escuchado algo similar o que intente parecerse a Morphine, y claro ellos si están influenciados por muchas cosas (escúchese a Miles Davis).

Este grupo que creó sus mejores piezas en la década de los noventa,  con una base simple, batería, bajo y saxofón, aunque bueno, esto es algo inexacto, Mark Sandman, la voz de la agrupación, le daba a un bajo de dos cuerdas con slide y el tritar, lo cual le brindó un sonido bastante peculiar y un sello inconfundible a sus grabaciones. 

Cure For Pain de 1993, fue el segundo álbum de Morphine y es seguramente mi favorito, aunque bueno esto también es un dato inexacto porque la discografía completa es un deleite, chéquenla y verán.





Polly Jean Harvey es una artista que cada vez que tengo a bien escuchar, me transmite tantas cosas, una energía y una furia enormes, no es que sea un músico virtuoso ni una cantante extraordinaria, pero lo que hace es simplemente de una calidad y un fuerza notables.

Esta cantante originaria de Inglaterra sacó en el año dos mil su disco Stories From The City, Stories From The Sea, bajo el sello Island, inspirado en algunas de sus aventuras en la ciudad de Nueva York, poco antes de los avionazos, el cual tuvo una aceptación comercial bastante buena, siendo de hecho su disco mas vendido. Este álbum bien merece ser escuchado, aún así no puede ser de su agrado la primera vez que lo toquen, así que denle tiempo.





The Smashing Pumpkins, solía ser una bandototota, de esas que rompen bolas, en los noventas funcionaron como antagonistas al nirvanerismo apestoso y a toda la ola grunge en general, no se andaban con mamadas, si iban a hacer canciones sobre los estragos mentales del amor malsano, pues al menos tenían que representar adecuadamente la angustia de estos pensamientos. La verdad es que esta fórmula funcionó de forma adecuada  durante algún tiempo, antes de Courney Love que aparentemente convierte en mierda todo lo que toca, y antes de que Billy Corgan el autoproclamado líder de la banda perdiera la cabeza e hiciera sus mamadas, haciendo con la alineación de la banda una verdadera fiesta, inclusive desapareciendo el grupo y rearmarlo a su imagen y semejanza en fechas recientes, cuando me enteré de la reunión realmente me emocioné y creé grandes expectativas en mi mente, poco después me di cuenta que hay cosas en este mundo que es preferible que sigan muertas, de esos Smashing ya no queda nada, más que las grabaciones de lo que fueron en los años noventa, una verdadera alternativa, una propuesta que emocionaba, que te hacía pensar que vendrían cosas mejores, obviamente eso nunca sucedió.

Lo que si sucedió en 1995, fué el Mellon Collie and the Infinite Sadness, un disco doble que es la muestra perfecta de la cohesión y fuerza que tenia la banda en esa época, con canciones que desbordan en agresividad y mal pedo a otras que se convirtieron en temas perfectos para la vida de la generación MTV. No es necesario buscar un disco de grandes éxitos de este grupo, este disco representa perfectamente todo lo que fueron y de alguna forma se esperaba que fueran en un futuro que nunca llegó.



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